Cortinas azules que lograban darle luz aquella habitación, velas blancas que al encenderlas brotaban un delicioso olor acido, hermosos cuadros surrealistas que lograban mi atención por instantes, una enorme cama con un colchón muy suave cubierto por unas delicadas sabanas azules antigüé. Todo era perfecto, solo faltaban nuestros cuerpos en aquel lugar.
De repente, estábamos solos en la habitación, nuestros cuerpos convertidos en uno solo por la pasión que nos brotaba de aquel instinto animal que tiene todo ser humano. Allí no existía prejuicio alguno, solo importaba la satisfacción de ambos, aquella satisfacción que es amor.
Mis ojos observaban las fronteras de tu cuerpo, mientras te empezaba a espojar de tus prendas que cubrian tu cuerpo, tu sonrìas y me besabas. Besos que eran una mezcla de ternura y pasión que no permitian palabras algunas, solo se escuchaba el repique de la canción que estaba de fondo....
Tus manos palpaban todo mi cuerpo, desde mis rostro hasta mis piernas, era como el músico con su violín, al cual debía sentirlo suyo o tal vez un solo instrumento para que el resultado de esa noche fuera perfecto.
Fue perefecta, porque entre velas, copas y el son de una bonita canción, nuestros cuerpos se liberaron y se olvidaron que aunque ambos estuvieramos comprometidos, en esa habitación eso no era relevante, sino que ambos queriamos unos segundos de liberación y que no era perjudicial para nadie... Porque sería nuestro mejor secreto...
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