La mirada es el camino que conduce hacía el alma y la esencia de las personas.

martes, septiembre 27, 2005

NOCHE EN AQUEL BAR

Sentado frente a la barra del bar con una cerveza, su mirada tan ausente, que no se había percatado que desde que se postro en esa silla no le había quitado la mirada.

No podía concentrarme en el baile, así que opte por decirles a mis amigos que no quería bailar.

¿Por qué tan solo y con la mirada tan pérdida? –Le pregunté para entablar conversación.

Sólo escucho música y pienso. Me respondió. Me hubiera encantado saber en que pensaba. ¿Será que piensa en mi?.... Que absurda soy….

Le sonreí. Sabía que con ello podía decirle mucho. Me invitó a bailar una salsa de alcoba “La noche más linda del mundo la he pasado yo contigo…. Que noche. Que noche. Nunca la olvido”. Muchos dicen que esa salsa solo excita al sexo y por ello la tildan de vulgar. No me importa si lo es. Porque cuando ese hombre me tomo de la cintura me estremecí como un gato al ser acariciado.

Era tan varonil, sus manos grandes y delicadas, vientre con una pequeña panza, piernas gruesas y unas nalgas firmes y erguidas. Su cuerpo contrastaba perfectamente con su rostro. Cejas tupidas y bien definidas, ojos cafés grandes con unas pestañas muy largas. Nariz puntiaguda, labios gruesos y rosados como una cereza que provoca comer a mordiscos. Sombra de barba que se sentía muy bien cuando rozaba con mi rostro. Su piel suave, tersa y color canela. Era un hombre con una mezcla de elegancia, madurez, misterio y ternura….


Mientras bailábamos no cruzábamos palabra alguna. No hicimos más que jugar con la mirada y los labios. Aunque ganas no me faltaban ganas de besarlo, era mejor el juego.

De repente me dio un beso, le respondí. Nos besamos tan apasionadamente; como un niño cuando tiene sed y logra satisfacerla. En aquel instante me hubiera encantado hacerle el amor para demostrarle cuanto me interesaba y lo que me incitaba.

Es tan extraño eso a lo que le llaman química. Solo con mirarlo al frente de esa barra, mis sentidos se estremecieron de tal forma que termine respondiéndole un beso que deseaba, contándole mi vida y por supuesto proporcionándole mi número telefónico.

Desde aquella noche ese hombre ya no se postra en esa silla de aquel bar. Ya encontró su compañía. La mujer que hora lo hace vibrar, sentir y desbordar eso deseos de hombre.

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